¿A dónde fueron?
Texto: Keila Itzel Rodríguez Peña
La cuestión no es ¿a dónde fueron? o ¿hacia dónde huyeron? es: ¿dónde les dejaron? ¿dónde les escondieron? ¿dónde están? La indignación y dolor que crea la desaparición forzada cala hondo, quema la responsabilidad que nunca llega a quienes se los llevaron, la justicia no les alcanza, no los ve y no escucha los gritos de quienes claman por los activistas, periodistas, líderes comunitarios o personas que incomodaban a alguna figura de autoridad.
La desaparición forzada es perpetrada por quien debiere procurar y salvaguardar a las personas, se basa en falsas pretensiones de justicia, puede darse con engaños o detenciones ilegales; es un ‘levantón’ por parte de las autoridades, y una vez que ocurre el suplicio no acaba, la lucha de familiares, amigos y sociedad en general comienza por encontrar a quién fue sustraído, secuestrado o detenido; la búsqueda puede durar días, semanas, años o nunca terminar, la duda permanece: ¿dónde están? ¿dónde les dejaron? ¿se encontrarán en la morgue? ¿en una fosa común? ¿o se les encontrará por error?
Y para quienes son encontrados con vida, la tortura mental no acaba, se enfrentan al miedo por repetir la experiencia, amenaza al entorno, la seguridad y paz se han visto rotas, recuperarlas es difícil cuando no imposible. Para quienes jamás se les ve volver: familia y amigos les recuerdan, crean grupos, realizan marchas, protestas para hacer ruido con la esperanza de encontrarles, luchan contra la verdad histórica y gritan que no hay olvido, porque se los llevaron con paradero desconocido y ni rastro dejaron para calmar el alma, torturando con perpetua duda.
El abuso de autoridad y la impunidad andante son parte responsable de esto, encubrimientos, silencio, indiferencia y falta de castigos severos provocan que continúe, al grado de temer por quienes nos deberían proteger, creando un círculo que gira sobre sí, siendo el criminal quien se disfraza con placa y arma.
