Otra clase de historia en este mes de la Patria
Texto: Elvira Hernández Carballido
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Descubrir a las princesas aztecas que desoladas vieron la destrucción de su cultura, pero que guardaron sus historias para no olvidar nuestro origen de plumas, águilas y serpientes devoradas. Entonces en esa tierra, ahora llamada hidalguense, la historia desde otra mirada descubre a Xiuhtlatzin, primera reina Tolteca. Se dice que nació en el año 979 en ese lugar maravilloso que hoy llamamos Tula, Hidalgo. Como cuentan las historiadoras, las recién nacidas de esa época, en el momento de nacer, la partera les daba ya los primeros consejos:
Seáis muy bienvenida, hija mía.
Gozámonos con vuestra llegada, muy amada doncella.
Piedra preciosa, plumaje rico, cosa muy estimada.
Habéis llegado, descansad y reposad…
No suspiréis ni lloréis, sois bienvenida y habéis llegado tan deseada.
Pasear con las monjas de la época colonial para encontrarse con Sor Juana Inés de la Cruz y su certeza de que las mujeres no estudiaban para saber más, sino para ignorar menos. La misma que reconocía su triunfo, aunque quedara desfallecida, que se volvía inmortal pese a palpar su agonía.
Invicta razón alienta armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme mas no pudiste vencerme.
Admirar a Josefa Ortiz de Domínguez recuperada a su manera por la escritora Rebeca Orozco en “Tres golpes de Tacón”, novela histórica que magistralmente reproduce, entre la imaginación y la realidad, este momento supremo para nuestro país, para México que estaba a punto de ser parido por la madre Historia:
Probó con los nudillos de sus manos. El sonido se apagaba. Desesperada se sentó de golpe en un taburete. Lágrimas de desesperación empaparon su enagua, las medias de seda y el fino raso de sus zapatos… Entonces se fijó en un tacón, fuerte y bien construido. Miró el otro. Apresuradamente, se quitó un zapato y golpeó la pared. Una, dos tres veces. Ansiosa, esperó la respuesta. Volvió a tocar. Al fin, don Ignacio respondió. Ella dijo: Vaya usted ahora mismo a San Miguel, corra, vuele, avise de inmediato al capitán don Ignacio Allende que la conspiración ha sido descubierta. Que si no adelantan el levantamiento seré víctima pronto de los enemigos de la libertad.
Compartir la misma convicción de Leona Vicario que repite con seguridad que el amor no es el único móvil de las acciones femeninas sino también el amor a la patria y luchar por ese ideal. Me parece, que el mismo Carlos Pascual, quien escribió una novela sobre ella, intuyó esta situación y en la voz de la nana de Leona escribió lo siguiente:
¿Madre de la Patria? Ella me enseñó a mí, una india cobriza, que la patria es la casa de uno, que la patria, como a la casa, hay que barrerla, trapearla, pintarla, resanarle los agujeros, dejarla bonita, abrir las ventanas para que se oree, Sin la señorita Leona yo nunca me habría dado cuenta de que esa tierra no era nomás el lugar en que me había tocado nacer, sino también mi patria, y pues mi patria es mi casa y a esta patria doña Leona la sacudió, la “trapió”, la resanó y la puso a airarse. Por eso digo que sí, que doña Leona, que mi señorita Leona puede ser llamada la dulcísima madre de nuestra patria.
Nuestras mujeres en la historia, la otra historia que ya nadie ni nada puede ocultar. ¡Viva México! ¡Viva las mexicanas!