El invencible verano de Liliana
Texto: Elvira Hernández Carballido
“Que haya tenido un gran amor, murmura alguien tímidamente en inglés. Alguien abre los ojos de improviso. La tensión en las manos otra vez. La mandíbula, apretada. El latigazo de reconocimiento que recorre la espina dorsal: caer en cuenta, saberlo todo de golpe, no tener la menor duda. La conciencia funciona a veces así. Alguien conecta los puntos sobre las íes. Sus ojos, recuerda. Sus ojos atribulados. Todo el sol de invierno sobre sus cabellos castaños y, en el rostro a contraluz, en el rostro casi velado, esos grandes ojos detrás de los lentes de aro dorado. Incrédulos. Mortificados. Una pregunta en llamas. Sus ojos, los ojos de mi hermana, y la turbina del avión. Y el paso veloz de las azafatas. Y el aire viciado de tantas respiraciones juntas.”
Y al copiar este párrafo de la página 252 del texto escrito por Cristina Rivera Garza lloro al transcribir cada palabra. Este dolor y esta sensación de abandono total. Esta forma autómata de reaccionar para no dejarse apabullar por la rabia y la indignación. Llorar por alguien que no conocí, pero cuyo asesinato sacude mi alma. Llorar por una mujer, que por ser mujer, unas manos inhumanas le arrebataron cruelmente la vida. Llorar y comprender ese dolor. Llorar y tener ganas de abrazarnos entre nosotras, por miedo a perderlas, por temor a no volverlas a ver.
“El invencible verano de Liliana” es la historia de la hermana de Cristina Rivera Garza, una joven mexicana que estudiaba en la Universidad Autónoma Metropolitana, querida por sus amigos, aliada de sus amigas, estimada por sus profesores, con sueños y retos, ejemplo de esas chicas que de algún estado de la república llegan a la ciudad de México para estudiar, convertirse en profesionistas, abrir más escenarios para mujeres que desean triunfar.
la escritora se alía a mi certeza de que para hacer comprender lo grave de la violencia contra las mujeres debes hacer sentir el desgarrador coraje de perderlas, hacer palpar el vacío total que dejan, que su muerte no fue su culpa ni un momento de locura del victimario, que su muerte debe indignarnos, sacudirnos, levantar el puño al ritmo de nuestras lágrimas. Que nadie vuelva a vivir una historia con un final abruptamente cercenado, cortado de tajo.
Es así como Cristina Rivera Garza comparte la historia de Liliana, la historia de una joven como cualquier otra adolescente de su edad, juegos y travesuras, un carácter que se va formando por las experiencias o por el amor de la familia, complicidades y distancias, cercanías y respeto por el espacio de la otra. Ella no quiere presentarnos el retrato de una mujer extraordinaria, simplemente quiere que palpemos lo injusto que resulta cuando una mujer, cualquier chica, una muchacha es asesinada. Con la maestría de su pluma nos permite asomarnos a esos rasgos, a esas anécdotas, apuntes y dibujos que haces a una persona única, inolvidable, querida y cercana. Jamás revictimiza a su hermana, ni una muestra de lástima ni de pretextos o justificaciones, nos hace sentir ese dolor que una madre, que una hija, que una amiga, que una desconocida, que una hermana puede sentir cuando una mujer es asesinada. Liliana Rivera Garza fue víctima de un feminicidio el 16 de julio de 1990.
Leer “El invencible verano de Liliana” obliga a sensibilizarnos, a provocar que la gente más alejada del tema sobre violencia a las mujeres deba leer esta historia para palpar el dolor que deja el feminicidio. Que se exija la acción justa de las autoridades, que se mueva mar y cielo para que se erradique esta violencia contra las mujeres. Que nunca olvidemos que detrás de una mujer hay una historia, gente que la amó, sueños que no se cumplieron un dolor que jamás dejará de sentirse.
“Quiero volver a encontrarla en el agua. Quiero nadar, como siempre, al lado de mi hermana”.
Cristina Rivera Garza. (2021). El invencible verano de Liliana. Literatura Random House, México.