Hasta donde te alcance mi mirada

Revista Alas Mujeres

Cuéntalas – Texto: María Elena Ortega

Habíamos alquilado la cabaña más alejada del pueblo; queríamos tener la mejor vista del bosque. Llegamos cuando el sol se derramaba candente sobre la arbolada. Aun así, decidimos comer afuera, bajo la débil sombra de los sauces raídos. Devorábamos el pollo asado a la brasa, excepto Rubén. Mi madre, aunque no se lo consentíamos, le dio dulces durante casi todo el camino. Mi hijo dejó su lugar y se fue. Lo vi desaparecer tras los arbustos que rodeaban la propiedad, junto a la orilla de la barranca. Su metro y cinco centímetros de altura se hundieron en la enramada. El temor me arrancó de la silla. Mis pasos se hicieron pesados. Los segundos fueron tan largos como la distancia entre la mesa y el fondo del precipicio. Rubén no estaba en los matorrales, ni tampoco hasta donde alcanzaba mi mirada sumergida en la hondonada. Lo llamé tantas veces, que el eco ya repetía sin mi voz su nombre. Regresé a la cabaña. “¡No encuentro a Rubén!” Contagiados por mi angustia, dejaron la gula sobre el plato para emprender la búsqueda. Después de unos cuantos y eternos minutos de haber desaparecido, mi madre lo encontró en el auto. En una mano traía la bolsa de dulces que habían dejado en el asiento y con una feliz y despreocupada sonrisa, ondeaba en la otra, una rama seca que sacudía cual sable en combate. Mis ojos enfurecidos volvieron a respirar.

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