Prejuicios hacia las mujeres rurales
Los prejuicios hacia las mujeres rurales están profundamente arraigados en las estructuras sociales y culturales de muchas sociedades.
Estas mujeres suelen enfrentar estereotipos que limitan su acceso a oportunidades y derechos, tanto por su género como por su contexto rural.
Uno de los prejuicios más comunes es la percepción de que las mujeres rurales son menos capacitadas o menos educadas que las urbanas.
Esto perpetúa la idea de que sus aportes al desarrollo económico y social son menores, invisibilizando su rol clave en la agricultura, el cuidado del hogar y la transmisión de saberes ancestrales.
Además, se tiende a asociar la vida rural con el atraso, lo que refuerza la idea de que las mujeres que viven en estas áreas tienen menos aspiraciones o no desean mejorar sus condiciones de vida.
CONTINÚA LEYENDO: Mujeres indígenas: guardianas del patrimonio de México
Otro prejuicio es la creencia de que estas mujeres deben adherirse a roles tradicionales de género, como el cuidado de la familia y las tareas domésticas, lo que limita su participación en actividades productivas o políticas.
Este estereotipo restringe sus oportunidades, refuerza estructuras patriarcales que frenan su empoderamiento y autonomía.
La realidad es que las mujeres rurales son agentes clave en la economía agrícola y el desarrollo sostenible.
A pesar de enfrentar barreras, muchas de ellas han liderado proyectos comunitarios, emprendimientos y movimientos sociales que promueven el bienestar de sus comunidades.
Combatir los prejuicios hacia ellas es esencial para avanzar hacia la igualdad de género y el desarrollo inclusivo.
Por Keila Itzel Rodríguez Peña