Gisèle: justicia parcial, condenan a 20 años a Dominique Pelicot
El caso de Dominique Pelicot y los 50 hombres condenados por violación o agresión sexual contra su exesposa, Gisèle Pelicot, ha provocado un profundo debate en Francia sobre la violencia de género y las deficiencias del sistema judicial para abordar estos crímenes.
Dominique Pelicot, de 72 años, recibió la pena máxima de 20 años por violación con agravantes, mientras que otros 48 hombres fueron condenados por violación con penas que oscilan entre 5 y 15 años.
Dos más fueron declarados culpables de agresión sexual.
Sin embargo, las sentencias, que incluyeron suspensiones de penas, han sido duramente criticadas por activistas y ciudadanos que consideran que no reflejan la magnitud de los delitos cometidos.
Un acto de valentía que inspiró a miles
Gisèle Pelicot, de 72 años, tomó la extraordinaria decisión de renunciar al anonimato y exigir un juicio público, esperando que su historia alentara a otras víctimas de violencia sexual a denunciar sus casos.
“Nunca me arrepentí de hacerlo público”, declaró Gisèle tras el fallo, reiterando su solidaridad con las víctimas que permanecen en silencio.
Durante el juicio, enfrentó a sus agresores y cuestionó su indiferencia.
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“La violación es una violación. Cuando entras en un dormitorio y ves un cuerpo inmóvil, ¿cómo decides no reaccionar?”, señaló con firmeza.
Las críticas a la laxitud de las sentencias no solo provienen de la opinión pública, sino también de defensoras de derechos de las mujeres como Olympe Desanges, quien calificó los veredictos como “decepcionantes y humillantes”.
Sarah McGrath, directora de Women for Women France, señaló que el sistema judicial francés “falla constantemente” en proteger a las mujeres, destacando que solo un pequeño porcentaje de las denuncias de violación terminan en condena.
El juicio de Gisèle Pelicot marca un precedente en la lucha contra la violencia de género en Francia.
Aunque las sentencias han dejado un sabor amargo, su valentía ha dado voz a innumerables víctimas y ha puesto en evidencia las carencias de un sistema judicial que, según muchos, necesita una reforma urgente.
Este caso no sólo sacudió al país y el mundo, sino que obligó a la sociedad francesa a confrontar una realidad profundamente arraigada: la normalización de la violencia sexual y la necesidad imperante de un cambio cultural y judicial.