La anestesia del control: uso de sustancias para someter a las mujeres
A lo largo de los siglos, el control sobre las mujeres ha tomado muchas formas, y una de las más insidiosas ha sido el uso de sustancias para manipular, someter o minimizar sus voluntades y derechos.
Desde diagnósticos médicos patriarcales hasta prácticas sociales aparentemente inofensivas, estas estrategias han servido para reforzar sistemas de poder desiguales.
El diagnóstico de histeria: ciencia al servicio del control
En el siglo XIX, el diagnóstico de “histeria” fue una herramienta clave para patologizar la autonomía femenina.
Los médicos atribuían una amplia gama de síntomas, desde ansiedad hasta insatisfacción marital, a un supuesto desequilibrio uterino.
Como tratamiento, se administraban narcóticos, como la morfina, o incluso se recurría a prácticas invasivas como las histerectomías.
Estas soluciones anulaban la capacidad de agencia de las mujeres, las encasillaban como emocionalmente inestables y dependientes de la autoridad masculina.
La posguerra y las bebidas alcohólicas dulces
Tras la Segunda Guerra Mundial, surgió una tendencia en el consumo de bebidas alcohólicas que parecía inofensiva: las mezclas dulces dirigidas al mercado femenino.
Estas bebidas, con un enfoque en el placer sensorial y la femineidad, se popularizaron en un contexto de domesticación forzada de las mujeres, quienes habían ganado independencia trabajando en fábricas durante la guerra.
Este fenómeno buscaba reencasillarlas en roles tradicionales, las volvía más vulnerables a ambientes controlados por hombres, como bares y fiestas, donde el alcohol se convertía en una herramienta para anular sus voluntades.
Anestesiar para someter: una práctica persistente
En la actualidad, prácticas como el uso de drogas recreativas en contextos de abuso, desde el famoso “roofies” hasta el uso indebido de sustancias como el GHB, son tristes recordatorios de cómo la anestesia química sigue siendo un método de sometimiento; en lo que ha evolucionado a sumisión química.
Estas sustancias eliminan la capacidad de las mujeres para consentir, perpetuando dinámicas de poder basadas en la explotación.
Entender el papel de las sustancias en este proceso es fundamental para desmantelar los vestigios de estas dinámicas y construir una sociedad que respete y promueva la autonomía de todas las personas, especialmente de aquellas históricamente oprimidas.
Por Keila Itzel Rodríguez Peña