Cómo algunos medios minimizan la violencia de género

Ellas Dicen

La forma en que se redactan los titulares en los medios de comunicación puede tener un impacto significativo en cómo la sociedad percibe los casos de violencia de género.

En algunos casos, los titulares no sólo desinforman, sino que también perpetúan narrativas que culpan a las víctimas o exculpan a los agresores.

Un ejemplo reciente ilustra cómo una niña, víctima de abuso sexual por parte de su padre, es retratada como una agresora en un titular que decía: “Niña quita la vida a su padre”; el encabezado oculta el contexto de abuso y convierte un acto de legítima defensa en un crimen sin matices.

El lenguaje importa

Titulares como este desvían la atención de la violencia estructural que afecta a las mujeres y niñas, y refuerzan estereotipos que revictimizan.

Al centrar la narrativa en el acto final —el homicidio en defensa propia—, se diluye la responsabilidad del agresor y se invisibiliza el abuso que lo precedió.

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Además, este tipo de redacción refleja un problema más profundo: la tendencia de algunos medios a quitar responsabilidad a los hombres en casos de violencia de género.

Frases como “Mujer muere tras discutir con su pareja” u “Hombre pierde el control y agrede a su esposa” transforman acciones violentas en hechos fortuitos o aislados, sin enfatizar la culpabilidad del agresor.

El rol de los medios

Los medios de comunicación tienen el poder de moldear opiniones y actitudes sociales; por ello, es crucial que asuman la responsabilidad de informar con precisión y perspectiva de género. Esto implica:

  • Usar un lenguaje que refleje los hechos y no distorsione el contexto.
  • Evitar términos que suavicen o neutralicen la violencia, como “discusión” o “pelea”, cuando se trata de agresiones.
  • Centrar los titulares en los responsables de los actos violentos y no en las víctimas.
  • Proporcionar contexto sobre las dinámicas de poder y abuso en los casos de violencia de género.

Matizar o modificar la realidad con los titulares cambia por completo la narrativa. Expone el contexto de abuso, da voz a la víctima y apunta a las raíces de un problema sistémico que merece atención urgente.

Colocar la responsabilidad donde corresponde ayuda a cambiar las percepciones erróneas que perpetúan la desigualdad.

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