Mujeres rarámuri al frente de la defensa de los derechos humanos en la Sierra Tarahumara
En una región donde la violencia y la marginación han silenciado muchas voces, dos mujeres rarámuri han asumido la lucha por los derechos humanos en la Sierra Tarahumara.
Desde la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) en Guachochi, las abogadas Mónica Espino Muela y Josefina Villalobos Vigil trabajan para que sus comunidades conozcan y ejerzan sus derechos, enfrentando no solo la falta de información, sino también la amenaza del crimen organizado.
Defender los derechos en un territorio de riesgo
Espino Muela, visitadora titular de la CEDH en Guachochi, reconoce que uno de los mayores retos es la violencia que azota la región.
“Las balaceras constantes dificultan que la gente se acerque a nuestras oficinas. Temen salir de sus comunidades”, explica.
Junto con Villalobos Vigil, responsable del área de capacitación, brindan cobertura a indígenas en nueve municipios: Guachochi, Urique, Nonoava, Morelos, Guazapares, Chínipas, Batopilas, Carichí y Bocoyna.
Sin embargo, la desinformación sobre el papel de la CEDH es otro obstáculo.
“Nos ha tocado ver que muchos ni siquiera saben qué es la Comisión de Derechos Humanos. Estamos empezando desde el fondo”, señala Espino.
Violencia en la región y quejas contra autoridades
Guachochi cerró 2024 con 45 homicidios. En enero de este año, un adolescente de 13 años fue asesinado mientras viajaba en un vehículo con su padre, y días después, un menor de 16 años fue ultimado en la colonia Centro, donde otras dos personas resultaron heridas.
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Las dificultades también alcanzan a las autoridades; desde el 20 de diciembre, la oficina de la CEDH en Guachochi ha recibido cinco quejas contra instancias federales y tres contra estatales, principalmente por uso excesivo de la fuerza, seguridad personal y atención deficiente.
Dos de estas denuncias fueron presentadas por indígenas.

Espino detalla que, cuando detectan posibles violaciones a derechos humanos, inician una investigación. En el caso de quejas contra instancias federales, las canalizan a la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Más allá de las quejas: asesoría legal y derechos indígenas
Las defensoras han otorgado 37 asesorías legales, principalmente sobre juicios intestamentarios relacionados con ejidos y cuestiones civiles.
“Les brindamos la orientación y los canales adecuados para que sean atendidos”, explica Espino.
Además, han diseñado estrategias para acercarse a la comunidad, como recorridos en instituciones locales y la capacitación de gobernadores indígenas.
Villalobos destaca la urgencia de llegar a las mujeres, quienes enfrentan discriminación y violencia de género.
El regreso de Mónica Espino a su comunidad
Para Espino, ser visitadora en Guachochi es el cumplimiento de un sueño. “Regresé a mi pueblo para ayudar en la defensa y protección de los derechos indígenas, como siempre lo soñé”, dice.
Originaria de esta comunidad, creció entre cerros y tradiciones rarámuri. Tras la muerte de su padre, un maestro rural, su familia migró a la ciudad de Chihuahua en busca de mejores oportunidades.
Con el ejemplo de su padre como inspiración, estudió Derecho con la meta de volver algún día a ayudar a su gente.
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Ese anhelo se hizo realidad en diciembre pasado, cuando fue nombrada visitadora de la CEDH en Guachochi.
“Me llena de emoción cumplir este sueño. Sé que daré lo mejor de mí en esta encomienda”, asegura.
Josefina Villalobos: una abogada rarámuri contra la discriminación
Josefina Villalobos Vigil, originaria de San Ignacio de Arareco, Bocoyna, ha enfrentado múltiples desafíos.
Proveniente de una familia numerosa y de escasos recursos, estudió Derecho mientras cuidaba de su esposo e hijos.
“Vengo de una familia humilde, nunca tuve acceso a la tecnología, aprender a usar una computadora fue un reto”, recuerda.
Además, enfrentó discriminación.
“Nos ven como gente menos valiosa, sucios, ignorantes. Se cree que siempre debemos andar descalzos y mal vestidos”, lamenta.
Esa discriminación la motivó a prepararse y a defender los derechos de su comunidad.
Antes de unirse a la CEDH, trabajó en el Instituto Chihuahuense de las Mujeres, donde traducía y acompañaba a mujeres indígenas víctimas de violencia.
Hoy, en la CEDH, se enfoca en la capacitación de gobernadores indígenas para que puedan orientar a sus comunidades sobre derechos humanos.
“Estamos atendiendo a los más vulnerables. Debemos informarles que no tienen por qué permitir la discriminación y que deben ser tratados con respeto”, enfatiza.
Villalobos sigue el ejemplo de sus hermanas, activistas y profesionales comprometidas con la causa indígena.
Tere Villalobos, una luchadora social desde los 15 años, hoy capacita en el Instituto Chihuahuense de la Mujer.
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María Eduvina Villalobos se convirtió en abogada y trabaja como traductora en el Congreso del Estado. “Son mujeres fuertes, ejemplos de resistencia, compromiso y dedicación”, afirma con orgullo.
Una lucha que apenas comienza
Ambas abogadas coinciden en que aún hay mucho por hacer.
La violencia y la discriminación continúan, pero también hay esperanza. “Busco que los indígenas conozcan la defensa de sus derechos”, dice Villalobos.
Mientras Espino y Villalobos recorren la Sierra Tarahumara, su mensaje es claro: la justicia y la dignidad también pertenecen a los pueblos indígenas.