Mujeres trans: sin ellas no hay lucha
La lucha por los derechos de las mujeres no puede ser selectiva. La discriminación y la violencia de género siguen siendo una realidad cotidiana, las mujeres trans enfrentan una doble barrera: el machismo y la transfobia.
Su lucha es también la lucha feminista y sin ellas, la igualdad sigue incompleta.
Violencia y discriminación: una realidad innegable
Las cifras son contundentes; según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, en 2023 se registraron 320 asesinatos de mujeres trans en el mundo, siendo América Latina y el Caribe la región más peligrosa para ellas.
Brasil, México y Colombia encabezan la lista de países con más crímenes de odio contra personas trans.
Además, el Informe sobre Condiciones de Vida de la Población Trans en América Latina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señala que la esperanza de vida de las mujeres trans en la región oscila entre 35 y 41 años, una cifra alarmante comparada con el promedio general de más de 75 años.
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Pero la violencia no solo es física. La exclusión del sistema laboral y educativo también es una forma de violencia estructural.
La encuesta de Fundación Arcoíris en México reveló que más del 70% de las mujeres trans ha sido discriminada al buscar empleo y que muchas son empujadas al trabajo informal o al trabajo sexual debido a la falta de oportunidades.
Visibilidad, respeto y apoyo: un compromiso necesario
La visibilidad de las mujeres trans es clave para desmantelar prejuicios y construir oportunidades más justas. Sin embargo, esta visibilidad debe ir acompañada de respeto y políticas concretas.
En países como Argentina, la Ley de Identidad de Género de 2012 ha permitido que las personas trans puedan cambiar su nombre y género en documentos oficiales sin necesidad de trámites judiciales ni diagnósticos médicos, un derecho que con la actual administración se encuentra en riesgo. Además, en 2021 se implementó el cupo laboral trans, que establece que al menos el 1% de los empleos en el sector público deben ser ocupados por personas trans.
Ejemplos como estos muestran que el cambio es posible, pero aún queda mucho por hacer.
Las luchas feministas deben abrazar todas las experiencias de ser mujer, lo que incluye las de mujeres trans. No se trata sólo de inclusión, sino de justicia.
El feminismo no puede permitirse ser transexcluyente.
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La opresión no discrimina y la lucha por la equidad debe ser colectiva. Defender los derechos de las mujeres trans es un acto de sororidad, un paso para una justicia de género.
Porque cuando una avanza, avanzamos todas.