​La “pornomiseria”: lucrar con la pobreza en la era digital​

Ellas Dicen

En la era de las redes sociales, un fenómeno preocupante ha ganado notoriedad: la “pornomiseria” o “porno pobreza“.

Este término describe la práctica de explotar la miseria humana para obtener beneficios económicos o reconocimiento social.​

El concepto de “pornomiseria” surgió en los años 70, acuñado por los cineastas colombianos Luis Ospina y Carlos Mayolo. En su falso documental “Agarrando pueblo” (1977), criticaron a los realizadores que retrataban la pobreza extrema para obtener reconocimiento en festivales internacionales, sin un compromiso real con las comunidades retratadas.

La pornomiseria en las redes sociales

Hoy, la pornomiseria se manifiesta en plataformas como TikTok, YouTube e Instagram.

Influencers graban actos de “caridad” hacia personas en situación de calle, como entregar dinero o comida, y los comparten en redes sociales.

Estos contenidos suelen viralizarse, generando ingresos por publicidad, donaciones y ventas de productos.

Un ejemplo es el creador Jimmy Darts, con casi 12 millones de seguidores en TikTok. En sus videos, propone desafíos a personas sin hogar a cambio de dinero, lo que ha generado críticas por cosificar la pobreza y convertirla en espectáculo.​

Críticas y consecuencias

Expertos como Elisa Brey, profesora de sociología en la Universidad Complutense de Madrid, señalan que esta práctica deshumaniza a las personas en situación de vulnerabilidad y simplifica problemáticas sociales complejas. Además, perpetúa estereotipos y puede generar revictimización.

Patricia Bezunartea, directora general de Diversidad Familiar y Servicios Sociales del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, advierte que estos contenidos reflejan una falta de conciencia sobre la pobreza y pueden ser vejatorios para quienes los protagonizan.

La pornomiseria plantea dilemas éticos sobre cómo se representa la pobreza en los medios digitales; por eso es importante promover una narrativa que respete la dignidad de las personas y aborde las causas estructurales de la desigualdad, en lugar de convertir el sufrimiento en entretenimiento.

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