Hipersexualización: afecta principalmente a las mujeres

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La hipersexualización es un fenómeno social que consiste en atribuir a una persona, especialmente a las mujeres y niñas, un valor excesivo en función de su atractivo sexual o apariencia física, incluso en contextos donde esto no debería ser relevante.

Aunque a menudo pasa desapercibido, es una forma de violencia simbólica y tiene consecuencias profundas en la salud mental, la autoestima y el acceso equitativo a derechos.

Según el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), la hipersexualización es una expresión de la cosificación del cuerpo femenino, donde las mujeres son vistas como objetos para el deseo ajeno en lugar de como sujetos con autonomía.

Esto ocurre de forma sistemática en los medios de comunicación, la publicidad, las redes sociales, la música y hasta en productos dirigidos a niñas.

Un informe de UNICEF advierte que la hipersexualización en la infancia puede provocar trastornos alimenticios, depresión, ansiedad, dismorfia corporal y una baja autoestima. Además, puede hacer que las niñas normalicen conductas sexistas o de riesgo, creyendo que su valor personal depende de su apariencia.

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La hipersexualización mediática no solo afecta el desarrollo psicosocial, sino que también limita las oportunidades de mujeres y niñas en espacios educativos, laborales y de toma de decisiones.

Las representaciones hipersexualizadas refuerzan estereotipos de género y fomentan la tolerancia social hacia la violencia sexual.

En el ámbito educativo, el fenómeno se traduce en hostigamiento, acoso escolar y prácticas de control sobre cómo deben vestir o comportarse las alumnas, en lugar de fomentar una cultura de respeto y equidad.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), más del 40% de las mujeres mexicanas ha experimentado acoso en espacios públicos, muchas veces relacionado con cómo lucen o se visten.

Frente a esta realidad, especialistas y activistas feministas insisten en que la solución no radica en responsabilizar a las mujeres por su imagen, sino en cuestionar los discursos sociales y culturales que las reducen a cuerpos deseables.

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Se trata de educar desde edades tempranas en la diversidad corporal, el consentimiento y el respeto.

Reconocer la hipersexualización como una forma de violencia simbólica es un paso para desmontar una estructura que condiciona el valor de las mujeres a su apariencia, perpetuando desigualdades desde la infancia hasta la vida adulta.

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