Defenderse hasta el hartazgo, la náusea o la muerte
Texto y foto: Keila Itzel Rodríguez Peña
En la radio escuché que “todo mundo cree que tiene derecho a exigir derechos, hasta los homosexuales exigen derechos, pero nadie pide obligaciones”, lo que provocó una conversación interna sobre lo burda que encontraba esa declaración, no sólo por la homofobia impregnada, sino por el desconocimiento de que el derecho, cualquiera que sea, trae consigo obligaciones. ¡Y vaya! Las obligaciones son por definición, eso, obligatorias, no las pides, se te exigen.
En cambio, los derechos sí que debes pedirlos, reclamarlos, lucharlos, sangrarlos, argumentarlos y como bien sabemos: en muchos casos, dar la vida por ellos. Por que los derechos tienen esa característica: deben ser equitativos para todos, el derecho al aborto (accesibilidad y regulación) es cuestión de sanidad, los derechos de personas LGBTTTIQA+ son derechos igualitarios (derechos que ya otros tienen), así que sí: toda persona que no goce de derechos tiene derecho a exigirlos, de otra forma se violentan las individuales y se fomenta la discriminación o estigmatización.
Mientras una persona no goce de los mismos derechos que otras, se le esta tratando como ciudadano de segunda clase, y claro que cada generación verá que derecho falta, que más se puede aportar y que se debe eliminar, porque la necesidad y cosmovisión de cada generación es diferente, pero todas comparten la misma ansia de equidad, igualdad y bienestar. Así que sí, toda persona se siente con derecho a exigir derechos, porque los necesitan y los derechos no son cuestión de debate, son cuestión de integridad, de valor por luchar por lo que se considera justo.
Ante la discriminación, inaccesibilidad y estigmatización no podemos callarnos, la defensa por los derechos y una vida plena se lleva hasta el cansancio, hartazgo o náusea, por que el engendro del discurso de odio es todo aquello contra lo que se lucha.