LAS MUJERES EN EL CRIMEN ORGANIZADO
Mtro. Ricardo Pedro Guinea Nieto colaboró Estefany Lubián López.
Las mujeres han incursionado en diferentes ámbitos a lo largo de la historia, ha quedado claro que son capaces de realizar tareas, actividades, servicios, profesiones, etcétera, que se creían eran exclusivas para los hombres, superando con creces la expectativa de que son inferiores.
Anteriormente se creía que las mujeres dentro del crimen organizado, exclusivamente tenían el rol de víctimas o subordinadas a los hombres o bien únicamente como objeto de deseo sexual de quienes ejercen liderazgo dentro del narcotráfico.
Hace algunos años ha quedado de manifiesto que esta situación no es la realidad ni el contexto de todas las mujeres, contrario a pensar que son obligadas a delinquir al ser parejas de quienes pertenecen a las organizaciones criminales o familiares y heredar el cargo, existen mujeres que incursionan en este ámbito por poder, estatus y dinero.
Cabe mencionar que hay mujeres que han manifestado que les agradan las emociones que experimentan al ser parte de dichas organizaciones, de tener un lugar de dominio sobre otras personas, incluso de ejercer violencia.
Los medios de comunicación y entretenimiento han visualizado esta circunstancia, como ejemplos en América Latina, se encuentran Guadalupe Fernández Valencia “La patrona” que pertenecía al cartel de Sinaloa, Sandra Ávila Beltrán “La Reina del Pacífico” y Digna Valle, Emma Coronel, por mencionar algunas.
Por último, es necesario tomar en cuenta que hay una corriente que afecta directamente la apariencia de las mujeres que pertenecen a estos grupos, se le conoce como la narcoestética, puesto que dichas transformaciones en el cuerpo de las mujeres han sido moldeados por los estilos y gustos marcados por el narco.
De ahí que debemos tener en cuenta que las motivaciones de las mujeres son diversas, como sus contextos y circunstancias; cada vez tienen una mayor presencia en las diferentes áreas que puede ser contraria o diversa a los roles que han ejercido tradicionalmente, que se les habían reconocido o encasillado.