Menstruaciones dolorosas: el caso invisible del trastorno disfórico premenstrual

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Texto: Diana Hernández Gómez/CimacNoticias

De 2019 a 2020 estuve en un tratamiento psiquiátrico para tratar la depresión y la ansiedad. Fueron 10 meses de probar diferentes dosis, familiarizarme con la terapia y, sobre todo, aceptar algo que parecía un nuevo modo de habitar(me).

Aunque terminé el tratamiento en septiembre de 2020, todavía hoy siguen manifestándose en mí diferentes sensaciones y emociones que me recuerdan que este tipo de procesos no son lineales ni mucho menos sencillos.

En 2021 empecé a notar que, antes de mis días de sangrado, una depresión se instalaba en mí mientras traía con ella todo el peso del mundo. No quería levantarme de la cama, tenía sueño todo el tiempo, los problemas mínimos me parecían agobios gigantescos. En mi cabeza no había más que ideas suicidas y una tristeza de esas que no se pueden explicar porque, de cierto modo, te rebasan hasta no pertenecerte.

Pasaban mis días de sangrado y todo volvía a ser como antes: me permitía momentos de paz y tranquilidad antes de tener que pasar por lo mismo el siguiente mes. Y así, uno tras otro.

Llegó un punto en el que presentí que no era normal y decidí buscar a mi psiquiatra, quien me dijo que todo parecía apuntar a un desorden hormonal y me recomendó buscar a una ginecóloga.

“Es normal”: la invisibilización de los padecimientos premenstruales

Mi visita con la ginecóloga estuvo marcada por una absoluta falta de comprensión y empatía. Desde el inicio fui clara: “Antes de menstruar me siento tan mal que quiero suicidarme”. Igual de contundente fue la respuesta de la ginecóloga: “Es normal”.

¿Es normal una tristeza tan grande que no había sentido antes? ¿Es normal que haya requerido de antipsicóticos? ¿Es normal sentirme incapaz de trabajar solo porque va a empezar mi menstruación? ¿Acaso no alcanzaba a transmitir con exactitud lo mal que me sentía?

Después de insistir en que yo no lo sentía como algo normal, la ginecóloga se concentró en afirmar que ella no podía recetarme nada porque la ansiedad podría empeorar, que buscara de nuevo a la psiquiatra y que esas alteraciones –insistió– eran de lo más cotidiano para las mujeres.

Salí del consultorio sintiéndome perdida, frustrada y preguntándome si era yo quien estaba exagerando todo o si de verdad eso que sentía era normal, tomando en cuenta mis antecedentes de salud mental. Todas estas dudas siguieron hasta que me encontré con una publicación en Facebook donde hablaban del trastorno disfórico premenstrual (TDP). Entonces, muchas cosas cobraron sentido.

Una de cada 20 mujeres experimenta trastorno disfórico premenstrual y aun así…

Desde el punto de vista médico tradicional, el trastorno disfórico premenstrual se define como una serie de alteraciones fuertes previas a los días de sangrado. Entre ellas destacan síntomas severos de ansiedad y depresión que llegan a ser incapacitantes.

De acuerdo con la naturópata Lara Briden, el TDP se presenta en una de cada 20 mujeres.

En entrevista con Cimacnoticias, la educadora recordó que la menstruación está inevitablemente ligada con la salud emocional y mental, pese a que no se nos enseñe de esta forma. De acuerdo con Almanza, un ejemplo claro de esto es la relación entre el uso de pastillas anticonceptivas y problemas de depresión.

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