La impunidad que enfrentan las mujeres en la búsqueda de justicia 

Ellas Dicen

Es innegable que, en muchas partes del mundo, la justicia es un privilegio y no un derecho para las mujeres.

Nos enfrentamos a sistemas judiciales plagados de desigualdades y sesgos de género que perpetúan la impunidad y la falta de protección para las mujeres.  

A pesar de los avances en la lucha por la igualdad de género, la realidad es que la justicia no llega para las mujeres como debería. 

Quienes denuncian violencia física, sexual o psicológica se enfrentan a un sistema judicial que a menudo les falla en múltiples niveles.  

Desde la falta de sensibilidad de las autoridades encargadas de recibir sus denuncias hasta el lento y engorroso proceso legal que las revictimiza, las mujeres se encuentran atrapadas en un ciclo de desamparo e indiferencia institucional.  

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Muchas veces, sus agresores son liberados o reciben penas mínimas, enviando un mensaje de que la violencia contra las mujeres no es un delito grave ni una prioridad para la justicia. 

La brecha entre la ley escrita y la aplicación de la misma es evidente cuando se trata de casos de violencia de género.  

Generando que las leyes en la práctica son ignoradas o malinterpretadas.  

Los prejuicios arraigados y la falta de capacitación en perspectiva de género en los sistemas judiciales contribuyen a que los casos de violencia contra las mujeres sean tratados con menos seriedad y urgencia que otros crímenes. 

Las sobrevivientes de violencia a menudo son cuestionadas, culpabilizadas y estigmatizadas, lo que desincentiva a otras mujeres a denunciar sus agresiones por miedo a no ser creídas o a enfrentar represalias.  

Esta cultura de la impunidad no sólo perpetúa la violencia, también refuerza la idea de que las mujeres son ciudadanos de segunda clase, cuya seguridad y bienestar son menos importantes. 

Es hora de que los sistemas judiciales reconozcan y aborden las barreras que impiden que las mujeres accedan a la justicia de manera equitativa.  

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Se necesitan reformas profundas y un cambio de cultura dentro de las instituciones legales para garantizar que la justicia no sea solo un ideal inalcanzable, sino una realidad tangible para todas las mujeres.  

La justicia que no llega para las mujeres es una falla de toda la sociedad, y debemos trabajar para corregir este desequilibrio y garantizar que las mujeres puedan vivir libres de miedo y violencia. 

Por Keila Itzel Rodríguez Peña

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