Sumisión química: violencia silenciosa y la revictimización

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La sumisión química es una práctica violenta y grave que ocurre cuando una persona es drogada sin su consentimiento para ser agredida, usualmente de forma sexual.

Este tipo de ataque se caracteriza por la administración de sustancias que alteran la conciencia de la víctima, dejándola vulnerable e indefensa.

Lo que distingue a esta forma de violencia es que, además del trauma físico y psicológico que puede causar, conlleva un profundo estigma social que muchas veces revictimiza a quienes la sufren.

La estigmatización de las víctimas: “perder el control” o “no recordar”

Cuando una víctima de sumisión química se atreve a denunciar, se enfrenta al doloroso proceso de reconstruir los hechos, a una serie de juicios y comentarios que cuestionan su integridad.

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Comentarios como “perdiste el control”, “¿cómo no te diste cuenta?” o “si no lo recuerdas, ¿cómo sabes lo que pasó?” son comunes y altamente dañinos.

Esta revictimización parte de la idea de que las víctimas debieron haber “evitado” la situación o que de alguna manera fueron responsables de lo ocurrido.

El estigma alrededor de la sumisión química refuerza el mito de que una persona es vulnerable únicamente si “no cuida lo suficiente” su entorno o decisiones.

En realidad, las sustancias utilizadas son, en su mayoría, imposibles de detectar para quienes las consumen de forma involuntaria.

Los efectos son rápidos y devastadores, anulando la capacidad de respuesta y dejando a las víctimas sin control alguno sobre lo que sucede a continuación.

La invisibilización del agresor

Uno de los aspectos más preocupantes del estigma hacia las víctimas es cómo se desvía la atención del verdadero culpable: el agresor.

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En lugar de enfocar el discurso en quienes cometen estos actos de violencia, se culpa a la víctima por “no haber tomado las precauciones necesarias”.

Esto refuerza la impunidad de los agresores, desanima a muchas personas a denunciar por miedo a no ser creídas o a ser juzgadas.

Romper con el estigma

Para combatir la violencia de la sumisión química, es vital cuestionar y desmantelar el estigma que recae sobre las víctimas.

En lugar de cuestionar su comportamiento, debemos enfocarnos en educar sobre la realidad de este tipo de violencia y la importancia de la empatía y el apoyo a quienes la sufren.

Ninguna persona debería cargar con la culpa por la agresión que sufrió.

Cada vez que repetimos o validamos comentarios que sugieren que una víctima “perdió el control”, estamos contribuyendo a una cultura de silencio e impunidad.

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El primer paso para erradicar la sumisión química es visibilizar el problema y reconocer que la única persona responsable de un ataque es el agresor.

Creer a las víctimas y cuestionar los estereotipos que alimentan el estigma es un acto de justicia y una forma de empezar a romper el ciclo de violencia.

Por Keila Itzel Rodríguez Peña

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