Los riesgos de ser mujer periodista: una lucha por la libertad de expresión y la seguridad
El periodismo es una de las profesiones más peligrosas del mundo, pero ser mujer periodista agrega una capa adicional de vulnerabilidad.
Además de los riesgos inherentes al ejercicio de la libertad de expresión, las periodistas enfrentan violencia física, acoso digital, intimidación y discriminación de género, lo que les exige valentía, una red sólida de apoyo profesional y personal.
El informe anual de Reporteros sin Fronteras indica que la violencia contra mujeres periodistas ha aumentado en los últimos años.
En muchos países, especialmente en zonas de conflicto o con sistemas judiciales débiles, las periodistas son blanco fácil para ataques, no sólo por su trabajo, también por el contexto cultural que muchas veces minimiza o normaliza la violencia de género.
De acuerdo con la Federación Internacional de Periodistas, al menos 65% de las periodistas han experimentado alguna forma de acoso en su carrera, ya sea en las calles, en sus redacciones o en plataformas digitales.
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En entornos digitales, las mujeres enfrentan una realidad preocupante: los ataques en redes sociales son más frecuentes y agresivos para ellas.
Las amenazas de violencia sexual y los intentos de desacreditarlas a través de sus vidas personales son algunas de las tácticas comunes utilizadas para silenciar su voz.
El acoso en línea se ha convertido en un factor de riesgo tan alto que algunas profesionales llegan a limitar su actividad o incluso dejar de cubrir temas críticos.
Asimismo, la cobertura de temas como la violencia de género, la corrupción, o el crimen organizado representa un desafío aún mayor, ya que estas son áreas donde el ejercicio periodístico es particularmente vulnerable a represalias.
A menudo, las amenazas de agresores o de grupos criminales buscan intimidar a las periodistas para que abandonen estas coberturas, y cuando estas amenazas persisten, pueden llegar a convertirse en ataques físicos, secuestros o incluso feminicidios.
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En muchos casos, la impunidad y la falta de investigaciones adecuadas impiden que estos actos de violencia se esclarezcan.
Pese a los desafíos, muchas periodistas continúan con su labor en condiciones adversas, apoyadas por colectivos y organizaciones de derechos humanos que buscan crear conciencia y ofrecer recursos para su seguridad.
Este esfuerzo incluye desde protocolos de seguridad, entrenamiento en protección digital, hasta iniciativas de apoyo psicológico.
La lucha por la seguridad de las mujeres periodistas es, en última instancia, una lucha por una sociedad informada y libre de censura.
Los riesgos no son sólo de ellas: cada amenaza que intenta silenciar sus voces es también una amenaza para el derecho a la información y la justicia.
Por Keila Itzel Rodríguez Peña