Mi propio cielo
“Heme aquí suspirando como el que ama y se acuerda y está lejos” – Rosario Castellanos
No soy un grano de café, soy una escuincla y tengo cinco años. Mis dedos meñiques son imperfectos, por eso, casi siempre escondo las manos en mis bolsillos. Cuando me yergo, puedo mirar el peinado alto de mi hermana mayor. Lo veo crecer como un algodón de azúcar y pienso que sabe a caramelo o a turrón. Mi madre es diferente, nunca se ha teñido el pelo, así que la mira con disgusto. Hace muchos días, como cien, mi hermana lo traía color helado de pistache, y clarito vi saliendo de su pelo, un unicornio que de vez en vez le lamía el cabello. Me lo imagino nada más, nunca lo he visto. También miro lo que está a mi nivel: la fila de las macetas en el corredor, el agujero por donde salen las hormigas, el gato bajo la mesa. Desde que nació mi hermanito, me abandonaron en el cuarto de mi hermana. No se dan cuenta cuando desaparezco. Si me siento triste, me meto debajo de la mesa de la cocina. Ahí están mis dibujos: un perro, las estrellas y mi nombre. Todavía extraño el movimiento de la hamaca y el olor suave de mamá. Yo sé muchas cosas más que ese bebé llorón, cuando no para, me voy a mi escondite a dibujar más estrellas, en el cielo de madera. Ahí, me siento cerca de mamá. Y si un día ya no me ve, me voy a pintar el cabello con sabor a chicle morado.
(Pastiche inspirado en un fragmento del libro “Balum-Canán” de Rosario Castellanos)