Solas nunca más
La historia está llena de ejemplos de mujeres que han roto barreras, desafiado normas y transformado sociedades.
Sin embargo, también está marcada por la opresión, la violencia y el silenciamiento.
La violencia de género sigue siendo una de las problemáticas más alarmantes, la unión de las mujeres y la lucha feminista se erigen como un faro de esperanza y resistencia.
La sororidad, ese concepto que implica solidaridad entre mujeres, no es sólo una idea; es una herramienta poderosa para enfrentar un sistema que muchas veces perpetúa la desigualdad.
Las marchas, los colectivos, las redes de apoyo y las plataformas de denuncia han demostrado que juntas somos más fuertes.
En cada consigna, en cada pañuelo alzado, hay una historia de valentía y un llamado a la acción colectiva.
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En México, un país donde 11 mujeres son asesinadas diariamente, el feminismo no es sólo una postura ideológica; es una necesidad urgente.
Las cifras de feminicidios y violencia sexual son un recordatorio constante de que queda mucho por hacer.
Las mujeres no están solas.
Cada vez son más las que alzan la voz, se organizan y luchan por una vida libre de violencia, una vida en la que puedan ser ellas mismas sin miedo.
La lucha feminista también enfrenta críticas y desafíos, desde quienes la descalifican como innecesaria hasta quienes intentan dividir al movimiento.
Pero la fuerza del feminismo radica en su capacidad de adaptarse, aprender y crecer, reconociendo que las mujeres no son un grupo homogéneo.
La interseccionalidad nos recuerda que no todas enfrentan las mismas problemáticas; las mujeres indígenas, las afrodescendientes, las migrantes y las de la comunidad LGBTTTIQA+ tienen necesidades y luchas particulares que también deben ser visibilizadas.
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En este sentido, la unión no significa uniformidad, sino apoyo mutuo y respeto a las diferencias.
Luchar juntas implica escuchar, aprender y actuar, sabiendo que cada victoria individual es un paso hacia una sociedad más justa para todas.
El feminismo nos enseña que no debemos cargar solas con la lucha, que no somos las únicas viviendo injusticias, y que unidas podemos transformar el mundo.
Porque cuando una mujer avanza, ninguna se queda atrás. Solas nunca más.
Por Keila Itzel Rodríguez Peña.