Cambridge y la oscura historia de la Spinning House: el control y opresión de mujeres durante 350 años

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Por casi tres siglos y medio, una carta firmada por la Corona en 1561 otorgó a la Universidad de Cambridge un poder inusual y aterrador: la autoridad para arrestar y encarcelar a cualquier mujer considerada “sospechosa de maldad”.

Esta política, que permaneció vigente hasta 1894, resultó en la detención de más de 5,000 mujeres, principalmente jóvenes trabajadoras cuyo único “delito” era caminar cerca de estudiantes universitarios al caer la noche.

Las detenidas eran enviadas a la Spinning House, la prisión privada de la universidad. Allí, sufrían condiciones inhumanas: celdas frías y húmedas, camas mojadas y ventanas rotas.

Según la historiadora Caroline Biggs, autora del libro The Spinning House: How Cambridge University closed women in its private prison, el rector tenía la autoridad para dictar sentencias basándose únicamente en el testimonio de los “bulldogs”, funcionarios encargados de patrullar las calles en busca de mujeres que pudieran “distraer” a los estudiantes.

El sistema, diseñado para proteger a los estudiantes de “tentaciones”, justificaba su existencia con argumentos morales.

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Sin embargo, como señala Biggs, las mujeres encarceladas no cometieron crímenes reales ni violaron la ley nacional: “La universidad quería mantenerlas fuera de las calles, sin importar cómo las trataran”, denuncia la historiadora.

Historias de sufrimiento y resistencia

Un caso emblemático es el de Elizabeth Howe, una joven de 17 años que murió en 1846 tras pasar una noche en una celda insalubre; su única falta: caminar cerca de un burdel con una amiga.

Otro caso que marcó un cambio fue el de Daisy Hopkins, también de 17 años, quien fue arrestada en 1891 por “caminar con un estudiante universitario”. Su detención fue declarada ilegal tras una apelación en los Tribunales Reales de Justicia, estableciendo un precedente histórico en la protección del habeas corpus.

El caso de Hopkins generó indignación pública y llevó al Parlamento a intervenir en 1894, revocando la carta de 1561 y poniendo fin a los poderes de la universidad para encarcelar mujeres. Ese mismo año, la Spinning House fue cerrada y posteriormente demolida.

El llamado a una disculpa histórica

A pesar de la gravedad de los abusos cometidos, la Universidad de Cambridge no ha emitido una disculpa oficial ni reconocido públicamente este oscuro capítulo de su historia.

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Biggs ha propuesto que la institución colabore con la ciudad para erigir una placa conmemorativa en honor a las víctimas y organizar una exposición pública que arroje luz sobre estos hechos.

“Me gustaría que la universidad reconociera que actuaron mal”, señala Biggs, quien destaca que muchas de las mujeres encarceladas eran adolescentes que enfrentaban condiciones económicas difíciles, algunas recurriendo al trabajo sexual para sobrevivir.

Este episodio resalta cómo las instituciones pueden perpetuar sistemas de opresión bajo el disfraz de moralidad.

El cierre de la Spinning House marcó el fin de una era de abusos, pero el reconocimiento histórico sigue siendo una deuda pendiente.

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