Desmontando el estigma sobre las mujeres sexualmente activas

Sexualidad

La libertad sexual sigue siendo un tema de controversia, especialmente cuando se trata de las mujeres.

Aunque los avances sociales han abierto camino hacia una mayor aceptación de diversas formas de expresión sexual, el juicio hacia las mujeres que deciden vivir su sexualidad de manera activa y sin restricciones persiste, arraigado en prejuicios y normas de género obsoletas.

Uno de los estigmas más comunes es el relacionado con el número de parejas sexuales.

Mientras que en muchos contextos culturales los hombres son aplaudidos por su “experiencia” o actividad sexual, las mujeres suelen enfrentar críticas y etiquetas degradantes por exactamente las mismas decisiones.

Este doble estándar perpetúa la desigualdad de género, reprime la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos y deseos.

El mito del valor sexual

Una idea profundamente enraizada en la sociedad es que el valor de una mujer está ligado a su “pureza” o historial sexual.

Este concepto, heredado de una moralidad patriarcal, reduce a las mujeres a objetos cuya valía se mide en función de estándares impuestos por otros.

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Vivir la sexualidad plenamente, ya sea con una o con múltiples parejas, no define la dignidad, la inteligencia ni el valor de nadie.

La sexualidad es una parte intrínseca del ser humano y una elección personal que no debería estar sujeta a juicios externos.

La cantidad de parejas sexuales, el deseo de explorar nuevas experiencias o incluso la decisión de no tener actividad sexual son expresiones legítimas de la autonomía de cada persona.

Estigma y salud mental

El estigma hacia las mujeres sexualmente activas tiene consecuencias reales.

Comentarios despectivos, exclusión social y burlas pueden generar sentimientos de vergüenza, ansiedad y disminución de la autoestima.

Muchas mujeres internalizan estas críticas, lo que limita su capacidad para disfrutar de su sexualidad plenamente y afecta su bienestar emocional.

Por otro lado, la presión para cumplir con ideales de “respeto” o “decoro” impuestos por la sociedad puede llevar a decisiones poco saludables, como evitar el acceso a métodos anticonceptivos o la atención ginecológica por temor al juicio de otros.

Desmontando prejuicios

El camino hacia la igualdad en la sexualidad requiere un cambio profundo en la manera en que entendemos las relaciones humanas.

La educación sexual integral es clave para eliminar mitos y fomentar el respeto hacia las decisiones individuales.

Hablar abiertamente sobre la libertad sexual, cuestionar los dobles estándares y normalizar la diversidad de experiencias son pasos esenciales para construir una sociedad más inclusiva.

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Las mujeres no deben ser definidas ni limitadas por su sexualidad.

Ser sexualmente activa no es sinónimo de falta de valores, inmadurez o irresponsabilidad, sino una expresión natural del derecho a decidir sobre el propio cuerpo y la propia vida.

Aceptar y respetar estas decisiones, sin importar su forma, es un acto de justicia y un avance hacia una sociedad que valore a las personas por lo que son, no por cómo viven su sexualidad; la libertad sexual no es solo una cuestión de derechos, sino una declaración de humanidad.

Por Keila Itzel Rodríguez Peña

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