Los roles de género no desaparecen, sólo se transforman: energía masculina y energía femenina

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Aunque los discursos modernos abogan por la igualdad de género, los roles tradicionales aún persisten de forma sutil, reconfigurándose en narrativas aparentemente progresistas.

Conceptos como “energía masculina” y “energía femenina” han cobrado relevancia en espacios de autoayuda, espiritualidad y desarrollo personal, perpetuando, en muchos casos, las mismas dinámicas opresivas bajo nuevas etiquetas.

La idea de que cada persona encarna una “energía femenina” asociada a la sensibilidad, el cuidado o la intuición, y una “energía masculina” vinculada a la fuerza, la lógica o el liderazgo, refuerza estereotipos que históricamente han encasillado a las mujeres en roles subordinados.

Estas nociones, aunque presentadas como caminos hacia la autorrealización, a menudo refuerzan las expectativas de género tradicionales que frenan el desarrollo pleno de las mujeres.

De lo tradicional a lo simbólico: la opresión sigue presente

La imposición de estos conceptos mantiene la narrativa de que las mujeres deben priorizar su conexión emocional y su capacidad de nutrir, incluso cuando persiguen metas profesionales o personales.

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Este tipo de discursos contribuye a la llamada “doble jornada”: las mujeres no sólo enfrentan las exigencias de su trabajo, sino que además cargan con las expectativas emocionales y familiares impuestas por su “naturaleza femenina”.

Por otro lado, al asociar la “energía masculina” con atributos como la ambición, la valentía y el control, se refuerza la idea de que estos comportamientos son menos accesibles o naturales para las mujeres.

Las que intentan adoptarlos enfrentan críticas por ser “demasiado agresivas” o por “perder su feminidad”, lo que crea un doble estándar que limita su capacidad de desarrollarse en igualdad de condiciones.

La espiritualidad como terreno fértil para los estereotipos

En espacios de crecimiento personal y espiritualidad, estas energías se presentan como necesarias para alcanzar el equilibrio interior.

Sin embargo, este marco suele ignorar cómo estas construcciones refuerzan jerarquías de género.

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Las mujeres son alentadas a “sanar su energía femenina” a través de actividades relacionadas con la introspección y el cuidado emocional, mientras que a los hombres se les insta a “fortalecer su energía masculina” liderando y tomando decisiones.

Este enfoque ignora las luchas históricas de las mujeres por liberarse de roles impuestos, disfrazando de elección lo que en realidad son expectativas sociales profundamente arraigadas.

La necesidad de romper el ciclo

Es necesario señalar que la perpetuación de estos conceptos no es un paso hacia la igualdad, sino una transformación de las mismas dinámicas de poder que históricamente han oprimido a las mujeres.

Desafiar la narrativa de las “energías” implica reconocer que las cualidades humanas, como la fortaleza, la empatía o la creatividad, no son exclusivas de ningún género.

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Para avanzar, es necesario replantear las conversaciones sobre identidad y desarrollo personal desde un enfoque que libere a las personas de las expectativas limitantes de género.

Por Keila Itzel Rodríguez Peña

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