“Granja humana”: esclavitud moderna en el siglo XXI
Casos recientes en distintos países han revelado la existencia de verdaderas “granjas humanas”, espacios donde personas son sometidas a trabajo forzado, explotación reproductiva o extracción de órganos, en condiciones que vulneran sus derechos humanos de forma sistemática.
En febrero de este año, autoridades rescataron a varias mujeres que eran víctimas de explotación reproductiva: habían sido retenidas y obligadas a entregar sus óvulos, en algunos casos sin su consentimiento informado, bajo engaños o promesas económicas.
Este caso reavivó la discusión sobre las nuevas formas de esclavitud contemporánea, donde el cuerpo humano se convierte en recurso explotable para fines ajenos.
El término “granja humana” se ha utilizado para describir espacios donde personas son retenidas y forzadas a realizar actividades productivas sin condiciones dignas, libertad de movimiento o capacidad de decisión sobre sus propios cuerpos.
Aunque pueda parecer un concepto distópico o propio de la ficción, existen antecedentes reales que lo documentan: desde campos de trabajo forzado en zonas rurales, hasta redes de trata con fines de reproducción asistida, todas bajo un mismo patrón de despojo y control.
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Especialistas en derechos humanos advierten que estas prácticas pueden estar ocultas bajo fachadas legales, como empresas agrícolas o clínicas médicas, especialmente en países donde la fiscalización es limitada o donde existe vacíos legales en torno a la gestación subrogada, la venta de óvulos y la donación de órganos.
“Lo más preocupante es que estas prácticas no solo existen, sino que están en expansión. Y muchas veces, quienes son víctimas no se reconocen como tales, porque fueron captadas bajo promesas de trabajo, apoyo económico o servicios de salud”, alerta una representante de la organización Human Rights Watch.
A menudo, las víctimas son mujeres, migrantes o personas en situación de vulnerabilidad económica, quienes terminan atrapadas en circuitos de explotación que las cosifican y privan de sus derechos fundamentales.
Frente a esto, organismos internacionales han exigido a los gobiernos que refuercen la supervisión de prácticas laborales y reproductivas, y que se garantice que ninguna persona sea utilizada como “recurso humano” en un sistema de extracción o producción forzada.
El concepto de granja humana, más allá de su crudeza, nos obliga a ver de frente una realidad que muchos prefieren ignorar: la esclavitud no es un problema del pasado.